miércoles, 26 de enero de 2011

el cuerpo femenino engendra en el respeto de la diferencia

Donde el cuerpo femenino engendra en el respeto de la diferencia, evidentemente el culto a la relación madre-hijo muestra la tolerancia femenina. Y me imagino que todo el terreno que la mujer ha ganado en la sociedad se deberá a su propia lucha y a su trabajo fundamentalmente y a su tolerancia de que ella también quiera compartirlo con el hombre. Lo que quiero decir es que vamos avanzando gracias a tolerancias de ambos géneros, también el cuerpo social patriarcal se edifica jerárquicamente excluyendo la diferencia, sobre todo ello se ha demostrado así una vez llegamos a las cúpulas organizativas de todas las empresas o instituciones. Las dificultades de las mujeres para lograr que se reconozcan sus derechos sociales y políticos se basan en esta relación entre biología y cultura, sobre la que nunca se ha pensado lo suficiente. Rechazar hoy día toda explicación de tipo biológico -porque la biología paradójicamente, haya servido para explotar a las mujeres- es negar la clave interpretativa de la explotación misma. Ello significa también mantenerse en la ingenuidad cultural que se remonta al establecimiento del reino de los dioses-hombres, pero seguiremos hablando sobre ello.

La afirmación de que hombres y mujeres están ahora igualados o en vías de estarlo se ha convertido practicamente en el nuevo opio popular, hombres y mujeres no son iguales y orientar el progreso en ese sentido me parece problemático e ilusorio. Así en el plano del trabajo un empresario se apresurará a decir que no quiere mano de obra femenina porque es inestable o en todo caso aceptará contratar mujeres a condición de pagarles menos sin reconocer que a menudo constituyen la mejor mano de obra por su seriedad especialmente a partir de una cierta edad. Y lo que pasa es que las mujeres en vez de hacerse mujeres se hacen hombres. Es lo que exige el mundo masculino a falta del reconocimiento de la identidad femenina. La dedicación profesional forma parte de la identidad de los sujetos pero esta se define también en base a otras realidades. Evidentemente, se trata de alcanzar un estatuto profesional, de tener un puesto de trabajo, pero esto es algo que no se puede poseer como cualquier otro objeto. El género humano debiera pensar en sus dos polos de identidad e integrar en la cultura la riqueza de sus bienes relacionados con la vida. La vida vale mucho más que todos los objetos, propiedades o riquezas que podamos imaginar. Si no se desea regresar a la neutra indiferenciación del “estado inorgánico”, paradójica conclusión de un hincapié excesivo en la diferencialidad, no queda otra salida que someter la diferencia femenina a la prueba de la universalidad, pues “el discurso ético feminista o se universaliza o se pudre, y no precisamente para fecundar la tierra” (Celia Amorós).

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