viernes, 28 de enero de 2011

la liberación implica cambios lingüísticos

¿Deben las mujeres renunciar a sexuar a su interlocutor en la enunciación? No es deseable. El sexo es una importante dimensión cultural, pero necesitamos encontrar un nuevo equilibrio para las relaciones entre los sexos en la lengua, la sociedad y la cultura. Sin renunciar a poner en palabras la diferencia sexual, es conveniente que las mujeres sean más capaces de situarse a sí mismas como un yo, yo-ella(s), de representarse como sujetos y de hablar con otras mujeres. Esto requiere una evolución subjetiva y un cambio en las reglas de la lengua. Hasta el presente, para que un plural sea femenino se necesita que las mujeres permanezcan exclusivamente entre ellas: ellas se quieren, ellas son hermosas, etc., pero, también, para hacer posible una relación con el mundo subjetivamente femenina.

Esta necesidad lingüística condiciona ciertas formas de los movimientos de liberación. Las mujeres deben aplicarse a cambiar el contenido del discurso en función de las formas y las leyes de la lengua. Las mujeres deben aplicarse a cambiarlas para ser eficaces en el plano de los sistemas de intercambio, comprendidos los que se realizan entre las propias mujeres. Las estrategias de la no-mezcla son indispensables para estas cuestiones aunque un mundo no puede dividirse entre hombres y mujeres sin lugares de encuentro. El discurso de las mujeres designa a los hombres como sujetos -salvo en la transferencia psicoanalítica- y al mundo como conjunto de inanimados concretos que pertenecen al universo del otro. Las mujeres establecen relaciones con el entorno real, pero no lo subjetivizan como suyo. Ellas son el lugar de la experiencia de la realidad concreta, pero dejan al otro el cuidado de organizarla. Cierto es que la lengua no les ofrece los medios para otra cosa desde hace ya varios siglos. En efecto, las connotaciones de su discurso se expresan sobre todo en los adjetivos, por ejemplo, y no en el predicado actualmente producido.

Desde el punto de vista lingüístico, esto puede significar que su lenguaje presente corresponde a la transformación de un discurso que mantuvieron en otro tiempo (y/o que se resisten de esta manera a los caracteres más tardíos del discurso masculino). En este sentido cabe interpretar también otros indicios: las elisiones de yo y de ella, todas las estrategias de anulación del femenino como sujeto del discurso, el problema de la transformación negativa, etc. Este será el objeto de mis futuras investigaciones sobre el sexo y el género del sujeto en el discurso y en la lengua.

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