viernes, 28 de enero de 2011

la idea de que hemos nacido mujer u hombre

Las mujeres y los hombres hemos enfermado en un orden formal que no nos conviene. Para que podamos existir hay que romper esas formas. Este gesto por liberarnos de unas normas impuestas puede conducir a distintos resultados. Puede que queriendo desnudar nuestro cuerpo y nuestro espíritu de lo que les oprime, nos destruyamos también nosotras mismas. Que en lugar de darnos una segunda oportunidad de nacer, nos aniquilemos. Puede que al romper nuestra prisión formal, nuestros grilletes, descubramos lo que queda de nuestra carne. También nuestra naturaleza sexuada, esa dimensión irreductible de nuestra encarnación. Las jóvenes y los jóvenes necesitan una identidad positiva a la que remitirse como personas civiles, individual y socialmente. Tal identidad autónoma de los jóvenes es igualmente necesaria para el libre consentimiento de las mujeres en unas relaciones amorosas y una institución matrimonial no alienadas al poder masculino.

La idea de que hemos nacido mujer u hombre y de que hemos de devenir en espíritu o alma de este cuerpo, y que debo desarrollarlo de acuerdo con un cierto equilibrio cósmico y telúrico es lo que está en el centro de esta idea que quiero exponer. Y la idea de un equilibrio entre lo social y lo privado. Pero el olvido de que el tiempo en la vida de una mujer es particularmente irreversible, y que se adapta menos que el del hombre a la economía repetitiva, acumulativa, entrópica, en gran parte no evolutiva, que anula nuestro entorno actual es otra cara de la verdad. La sexualidad femenina no responde a la misma economía. Es más parecida al devenir, más ligada al tiempo del universo. Un modelo que no es el único posible, pero que se ha convertido prácticamente en único para nuestras culturas, que responde a un modelo de tensión y descarga y vuelta a la homoestasis. Sufrir el paso del tiempo como un envejecimiento nos exige sin duda una elaboración espiritual compleja, múltiple. ¿Qué valen sin embargo lo espiritual y lo celeste cuando carecen de ética? Una cultura que se nutre de la tierra y de la materia útil, ¿puede después desviarse sin pagar un precio? Quizás el patriarcado haya sido una etapa necesaria en la historia, pero ya no es capaz de concebir un proyecto de realización, porque conocemos sus límites y somos capaces de interpretarlos

Puede, en fin, que al destruir las formas ya codificadas las mujeres y los hombres redescubran su naturaleza, su identidad y que encuentren sus propias formas, su desarrollo conforme a lo que son. Estas formas por otra parte, están siempre inconclusas, en perpetuo crecimiento, porque el ser humano crece, se desarrolla y (se) fecunda sin salir de su propio cuerpo. Pero no puede quedar reducida al menos la imagen femenina a una sola flor, como quiere la imagen masculina de la virginidad. Según su propio sentido de la virginidad, la mujer jamás se acaba en una forma. Deviene sin cesar, "florece" más y más, cuando conserva la intimidad consigo misma y el mundo viviente. Si miramos un árbol, vemos que en un año su forma ha cambiado, y no forzosamente para deteriorarse, sino también para crecer en tamaño, en número de ramas. En los humanos su tamaño, su crecimiento pueden ser igualmente espirituales. Tener un año más significa pues dar un paso más en el camino de nuestro devenir.

Pero últimamente he escrito muchas cosas sobre la vida y ya sé que todas estas cosas hay que abordarlas en concreto, no se puede generalizar. Pero vivir una vida en exilio es una metáfora del hombre actual, que no sabe dónde poner su hogar, o donde quedarse definitivamente, la madurez implica también algo de ello. Igual que el devenir del que he hablado aquí­, que serí­a una evolución que parte desde sí­, desde uno mismo, no serí­a una repetición o una evolución acumulativa, serí­a desde dentro de uno, desde la tierra y hacia lo cósmico y espiritual. Y no perderí­amos el lazo con el hogar ni con la llama y el fuego del hogar y ello en relación con una forma de lo divino. No creo por tanto en un determinismo tampoco ni de lo real ni de lo conceptual, ni en un relativismo de todo, hay un cierto historicismo en las causas, un cierto naturalismo, en tanto que como seres humanos que somos, actuamos y somos como somos. Las mujeres y los hombres nos diferenciamos de múltiples maneras: por su carga genética, por las gónadas y caracterí­sticas sexuales secundarias, por sus hormonas y también por su estructura y funciones cerebrales. Pero aparte de las diferencias biológicas y genéticas están las diferencias ambientales y educacionales. Sobre éstas podemos influir más conscientemente, intentando crear un complemento, admitiendo las ventajas y las desventajas de cada uno, y también poniendo un equilibrio, creando una evolución, un devenir pero no repetitivo sino evolutivo, como en la naturaleza, que se crece hacia el alma, haciendo de este cuerpo alma y espí­ritu.

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