viernes, 28 de enero de 2011

desde una cortés distancia hacia el otro género

Desde una cortés distancia hacia su representación del otro género, y siendo lo importante que somos personas e individuos humanos en igual dignidad pues veo con simpatía que quieras entender algo más de una causa, que no tiene otra causa que la razón. Aprender por tanto a ser libres sería algo que deberíamos aprender todos y no tenemos que herir a nadie, pero es algo que se aprende con el tiempo y lamentablemente esto no se enseña en las universidades. El feminismo aspira a un nominalismo radical, a una sociedad de individuos en que la diferenciación sexual no constituya géneros, etc., todo lo cual concuerda con la aspiración de su racionalismo a una razón, en fin, menos esencialista, más nominalista, más orientada al valor intrínseco de todo lo individual. ¿Querrá decir lo mismo entonces "nominalismo" que individualismo?

Más allá del discurso de la igualdad o de la diferencia -que, según acabamos de comprobar, pudieran verse ambos afectados por ese exceso de respeto hacia los géneros bajo el que trasluce el realismo de los universales-, el de Celia Amorós propone un programa "nominalista", programa que se reitera una vez y otra a lo largo de su obra. Por tanto, se trata de un nominalismo no esencialista, pero sí positivista en su forma de proceder. Para muchas feministas anglosajonas -y más generalmente, para las de lengua alemana- basta con obtener un puesto en la universidad o con haber escrito un libro para sentirse liberadas. Se trata de puesto "suya" y de libro "suya", y este apropiarse en la posesión parece satisfacerlas. A mi modo de ver hay que ser un "sujeto" femenino libre. En un caso, la liberación femenina pone el acento sobre la igualdad de derechos relativos a la posesión de bienes: la diferencia entre hombres y mujeres se sitúa en la "naturaleza", cantidad y, a veces, cualidad de los bienes conquistados, poseídos. En el otro caso, la liberación sexual exige el acceso a un estatuto subjetivo, individual y colectivo, valorable por su condición de mujer. El acento recae en la "diferencia" de "derechos" entre sujetos masculinos y sujetos femeninos. Esta última diferencia de derechos es lo que está por hacer, de representación subjetiva, pero equivalentes en valor.

Pero es conveniente que las mujeres sean más capaces de situarse a sí mismas como un yo, yo-ella(s), de representarse como sujetos y de hablar con otras mujeres. Esto requiere una evolución subjetiva y un cambio en las reglas de la lengua. El sexo es una importante dimensión cultural, el hombre ha querido dar su género al universo, como dio su nombre a sus hijos, a su mujer o a sus bienes. El peso de esta condición en las relaciones entre los sexos en el mundo, en las cosas, en los objetos, es inmenso. No estoy por tanto de acuerdo contigo cuando quitas importancia a la subjetivización del género femenino, sería un retroceso o una regresión cultural no entender por qué ha sido necesario llegar hasta aquí. Aparte de los bienes en sentido estricto que el hombre se atribuye, ha dado su género a Dios y al sol, pero también enmascarado en el género neutro, a las leyes del cosmos y al orden social o individual. Y no estoy de acuerdo en decir que el género neutro no tiene importancia en el lenguaje, sobre todo el lenguaje designado por el género masculino. El discurso y la lengua pueden utilizarse deliberadamente para obtener una mayor madurez cultural, en no considerar la importancia de esta faceta de la cultura reside precisamente lo que da tanto poder al imperio de la técnica como algo neutro. Hemos reducido por desconocimiento más que otra cosa y por reducción cultural la diferencia de género a lo sexuado única y exclusivamente en lo que tiene relación con la capacidad de reproducción, o con la denegación de ésta. Para esto es para lo que ha servido utilizar el cuerpo de la mujer en los sistemas de intercambio por el hombre, y es una evidencia la reducción por pasiva que se opera dentro de la lengua.

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