jueves, 27 de enero de 2011

el pensamiento doble

Esto es un texto de Jose Antonio Marina:

"«A la gente le gusta sentir. Sea lo que sea», escribió Virginia Woolf en su diario. Hay que darle la razón y escandalizarse después por habérsela dado. ¿Cómo vamos a desear sentir en abstracto, acríticamente, al por mayor, cuando sabemos que algunos sentimientos son terribles, crueles, perversos o insoportables? El sentimentalísimo Antonio Machado nos contó que le hacía sufrir la espina de una pasión. Por fin consiguió arrancársela, y cuando esperábamos un suspiro de alivio, oímos de él sólo una queja: ¡Ya no siento el corazón! Freud, otro sentimental, erró al pensar que todo lo que hace el ser humano lo hace para aliviar la tensión. No es verdad que aspiremos a esa tranquilidad beatífica. Queremos estar simultáneamente satisfechos e insatisfechos, ensimismados y alterados, en calma y en tensión. Bexton demostró con sus experimentos que somos incapaces de soportar la privación de estímulos mucho tiempo. Somos insaciables consumidores de emociones. Sin embargo, aunque adictos al estremecimiento, nos horrorizaría estar siempre estremecidos. La rutina nos aburre, pero la novedad nos asusta. Si fuera un cínico, diría que la cultura no es más que un educado intento de resolver un problema insoluble: cómo estar al mismo tiempo tranquilos y exaltados. La gran Safo habló con estusiasmada melancolía de la confabulación de los opuestos en que el amor consiste: «Otra vez Eros, que desata los miembros, me hacía estremecerme, esa bestezuela amarga y dulce, contra la que no hay quien se defienda.» La pequeña Safo, renegrida y abandonada, con razón estaba confusa: «No se qué hacer: mi pensamiento es doble.»

Con razón lo estaban, porque lo más íntimo en nosotros resulta lo más lejano. No entendemos lo que nos pasa. ¿Para qué empeñarse en conocer los sentimientos? Me dan ganas de decir: porque es lo único que de verdad nos interesa. Y lo diría si no estuviera segura de que es una falsedad. La verdad va en dirección opuesta. No es que nos interesen nuestros sentimientos, es que los sentimientos son los órganos con que percibimos lo interesante, lo que nos afecta. Todo lo demás resulta indiferente. Ya veremos que a veces el interés del sujeto revierte sobre el propio sentir y se detiene en él morosamente. Entonces observa sus palpitaciones afectivas con pasión y fonendoscopio, como un cardiólogo que auscultara su propio corazón. Lo que veo al final es una larga tarea para al fin desaprender los miedos, aprender a amarse y también a no tomarse demasiado en serio, para reivindicar como propiedad y creación del hombre toda la belleza y la nobleza que hemos prestado a las cosas, y arrepentirnos, ciertamente, de la miseria y el horror que son también herencia nuestra. Al comprender nuestra vida sentimental se hace necesario emprender una reforma del entendimiento humano, que a su vez nos obligará a un cambio en los sistemas educativos."
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