jueves, 27 de enero de 2011

secretos inconfesables

(Guión de Ingmar Bergman, Secretos de un matrimonio).-

-Yo te diré todavía algo más, somos unos “analfabetos mentales”, en el colegio aprendimos el sistema circulatorio del cuerpo humano, la geografía de Africa, que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos y otras muchas cosas, pero no nos enseñan ni una sola palabra sobre la mente, tenemos una ignorancia abismal sobre nosotros mismos y sobre los demás.

-Vaya ahora eres tú el que bostezas.

-Mariam, ya casi no sé quién soy.

-Me pasa una cosa muy rara.

-¿Qué es eso tan raro?

-Esta tarde cuando llegué aquí descubrí que me gustaría acostarme contigo, quería saber si sentiría algo, y no he sentido más que una tibia amistad, ¿sabes lo que creo, Johan? Creo que al fin me estoy liberando y puedo empezar a vivir mi propia vida y estoy contentísima.

-Oh, permíteme que te felicite, Mariam.

-No sé para qué te digo todo esto ahora precisamente cuando me dices que estás pasando un mal momento, pero aunque me parezca extraño no me importa, te he considerado demasiado durante nuestra vida matrimonial y tanta consideración acabó por matar nuestro amor. Si no me hubiera empeñado en sentir remordimiento siempre habríamos visto que todo lo que nos decíamos y hacíamos el uno al otro estaba mal.

¿Te acuerdas después de nacer Karin, cuando no sé por qué no podíamos hacer el amor?, ¿te acuerdas? Decíamos muy serios que tal vez era natural después de dos embarazos seguidos, ¿recuerdas nuestras conversaciones sobre por qué ya no sentíamos placer en aquello? Eran señales de alarma, luces rojas y discos de stops que nos advertían del peligro pero no hicimos caso, fingimos estar satisfechos.

-Estos destellos retrospectivos son aburridos e innecesarios.

-Ah, ay! ¡Tus sarcasmos idiotas me ponen enferma!

-¿Te crees, te crees el único que puede decidir lo que hay que sentir y pensar?

-Dios santo, Mariam, cómo te odio. Recuerdo haber pensado muchas veces, cielos, cuánto la odio, sobre todo cuando hacíamos el amor. Sabía que estabas pensando en otra cosa.
Existe una cosa sencilla que se llama afecto y otra que se llama deseo físico, en ti todo está bloqueado, lo ha estado siempre.

-¿Crees que yo no sufría por ese fracaso? Solía pensar, por qué tiene que salir tan mal. Es preciso que sea así, nos consolábamos pensando que la cuestión sexual al cabo era algo secundario. Y que en lo demás nos llevábamos muy bien. Ah ¿qué manera de engañarnos, Johan?

-Has utilizado el sexo como una mercancía, te has portado peor que una fulana, me castigabas si yo no estaba bien, o si no me compensabas.

-¿Crees que puedes seguir aprovechándote de mí hasta que tú quieras? Sentía remordimientos en el trabajo y en la cama si no te satisfacía, con tu madre, y en todos lados. Ahora entenderás por qué estaba tan fría contigo, cuando a ti te apetecía hacerme el amor. Era una lucha demasiado desigual, contra ti y contra tu padre y mis padres y... toda la maldita sociedad que nos rodea.

Y cuando pienso en todo lo que he aguantado y de lo que por fin me he librado me dan ganas de gritar y te diré una cosa, ¡nunca más, nunca más, nunca más!

-Confieso que estoy vencido ¿es lo que querías oir? Estoy cansado de Paula, os echo de menos, ya está dicho. Por favor, no me mires de esa forma. Soy un fracasado y vuelvo hasta abajo y tengo miedo.
~


-Es fantástico, nos hemos descubierto a nosotros mismos y nuestro trabajo nos ha costado. Ahora yo reconozco mi pequeñez y tú reconoces tu grandeza ¿qué más puede pedirse? Yo no puedo vivir si sigo analizándome con esa frialdad, si supiras cómo lucho contra mi insignificancia. Unay otra vez procuro animarme pensando que la vida no tiene más valor que el que se quiere dar pero estas ideas tan profundas no me sirven. Quiero tener algo por lo que luchar.

-Yo no siento lo mismo.

-No, ya me doy cuenta.

-Yo me enfrento con la vida, la disfruto, confío en mi sentido común, en mis sentimientos, ellos me ayudan, estoy satisfecha, me gusta la gente, el diálogo, la prudencia, buscar soluciones.

-Parece que estás ensayando un discurso electoral.

-¿Te parezco pesada?

-Sólo cuando moralizas.

-No diré una palabra más.

-¿Me prometes no contarme más verdades molestas esta noche?

-Te lo prometo.

-¿Crees que podrás renunciar, Mariam, a tu autocomplacencia por un instante?

-Será difícil pero lo intentaré.

-Y ¿por favor harás un esfuerzo por disimular tu ilimitada fuerza femenina?

-Veo que tendré que hacerlo.

-Bien.

-Yo estoy convencido de que te quiero a mi modo imperfecto y algo egoísta y tú también me quieres a tu modo inquieto y algo posesivo, la verdad es que los dos nos queremos, aunque ese cariño sea invisiblemente imperfecto pero aquí estoy abrazado a ti con la mayor naturalidad en medio de la noche en una casa oscura.

-Buenas noches, mi amor, y gracias por tu comprensión.

-Buenas noches.


Ingmar Bergman.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario