viernes, 28 de enero de 2011

el cerebro puede interpretar diversamente una misma sensación, dolor o placer

Este es el grito de una mujer imaginaria una vez en su vida: "Nunca me has querido. Porque me has tratado más allá de todo, no por mis convicciones y mis sueños sino por mi cuerpo agonizante, por mi ojos que se humillaban, cuando yo ya me había entregado tú no me veías a mí. Y ahora ya es tarde, porque no has sido tú, tú ya eres otro. Aunque me hicieras sufrir, no puedo remediarlo. O tal vez sí. No, pero no, vete con tu diosa… Estoy destinada a otro. A ser un ser insignificante, a vivir como todos. Tú te burlas de mí. Me sometes y no te gusta sin embargo verme así, y la sumisión es reducirse a la voluntad del dominante; anonadarse para ser lo que quiera y como nos quieras tú, mi dueño. No lo quieres reconocer pero te gusta jugar a ese juego pero con la “mente” sobre todo, ahí es donde me dominas. Ahora no eres mi dueño y por eso ya no te importa lo que había pasado entre nosotros, ahora no puedo sostenerme ya así del mismo modo. Estaba enamorada, pero loca de mí, por esa pasión o proyección mía. Conocí, en fin, el dolor como puerta de acceso a una experiencia física y como meta de llegada a otra experiencia más alta: enamorada. Porque la relación amorosa entre dominante y dominado, cualesquiera que sean sus sexos, llega a su hondura hasta la unidad de ambos celebrantes, allí donde el sumiso es tan dueño como el amo y éste es un servidor de aquél".

A veces el dolor excesivo conduce a la inconsciencia, pero también, en cambio, nos hace conscientes, en nuestro cuerpo, de áreas, fibras y músculos que habitualmente ignoramos. Y los lugares del cuerpo, de sensibilidad tan diferente… Un campo infinito… Pero, sobre todo, me ejercité en el dolor. Comprendí que el placer y el dolor están tan juntos como lo están la vida y la muerte.

Ella sigue diciendo: "He comprendido que tú me has rechazado siempre, que he sido tu espíritu, tu guía todo lo más. Y él es el amor carnal para mí, por eso mismo él es mi dios y tiene poder sobre mí, aunque él no lo reconocerá tampoco y me humillará tanto como tú me has humillado a mí o más todavía, porque este dolor el del placer carnal es aún más doloroso, pero es mi amigo, quien tengo mas cerca de mí. Y necesita de mí, al venir a mí tambien él se ha entregado. Pero ahora sé querer de verdad, sí con agonía. Soy esa chispa de vida que tú me describiste una vez… Nunca lo supe antes. Hacia el hombre sólo sentí dependencia y además rechazada. Su amor era dirigido hacia una mujer que yo no era. Me quería deformada, por eso todo fue fingimiento, y ahora que ha descubierto a su diosa, se va y me deja sola. ¿Te asombra?"

Esto es un diálogo imaginario entre el amo entregado y la sumisa:

-Ésa es la entrega del sumiso y más aún de la sumisa entregada a su dios.

-¿Qué es eso? Eso no me parece posible, que se pueda extraer placer digamos del dolor, de la sumisión, ni tampoco sólo de una diosa carnal, ni nada así, necesitamos entrañarnos en la carne pero también ser personas, ser dignas.

-No, no es así. Yo siempre te he agradecido que me humillases: al hacerlo te has ocupado de mí, te me has entregado. Me he jactado, incluso, de toda degradación impuesta por tu mano, por tu voluntad, por tu placer. Ahora como tú dices, necesitamos oír otras voces.

Imitaré a los místicos, los más altos vividores del amor aunque lo ofrezcan a un altar imaginario: muchos quieren ser los más degradados a los ojos del mundo para sentirse más seguros en su bajeza, más esclavos de lo que adoran. No, no soy masoquista y no he hecho la experiencia. Pero asomarse a ese cielo abismal, y no a tus armas mercantiles vendiendo un simulacro, es otra de las exaltaciones humanas, como la del poder máximo, la del arte supremo, la del descubrimiento científico y, desde luego, la del amor. La sumisión es reducirse a la voluntad del dominante, estamos acostumbrados a que sea la vida porque ella es más grande y nos domina, pero yo prefiero que seas tú, no me da miedo; anonadarme para ser lo que quiera y como nos quiera nuestro dueño. Y si éste nos somete al dolor, entonces el látigo es un cable comunicante: su chasquido en la piel receptora repercute en el brazo hiriente, que así se entrega al sumiso… Dar y recibir, ese goce completo de la vida, se cumple a la vez en ambos. En su silencio adivino recuerdos. ¡Cómo me gustaría asomarme a ellos, saber hasta el fondo! Aunque me hicieran sufrir. Lo cierto es que he sufrido mucho ese dolor, sin someterme, y hubiera sido mejor someterme, ahora me doy cuenta, sí, pero he sido tonta, ay , tonta, yo creía que eso no era amor y sí lo era, era un juego comunicante, era así, al que me sometía involuntariamente; hubiera sido mejor quererlo, hubiera gozado más, creo que sí.

El cerebro puede interpretar diversamente una misma sensación, como placer o dolor: esto hay que saberlo y que aprenderlo. Por eso el dolor sufrido no depende sólo de cómo nos golpea el dominante sino, sobre todo, de cómo lo recibe y acepta el sumiso, el ‘bottom’. Viví el umbral del dolor y también su frontera, donde se confunde con el placer y a partir de ahí se transforma del todo en éste: una vez más el erotismo conecta con los místicos y con los mártires, dichosos en la tortura. Y a veces, como dije antes, el dolor excesivo conduce a la inconsciencia, pero también, en cambio, nos hace conscientes, de nuestras partes del cuerpo, que habitualmente ignoramos. Conocí, como dije, el dolor como puerta de acceso a una experiencia física y como meta de llegada a otra experiencia más alta: enamorada. Porque la relación amorosa entre dominante y dominado, cualesquiera que sean sus sexos, llega a su hondura hasta la unidad de ambos celebrantes, allí donde el sumiso es tan dueño como el amo y éste es un servidor de aquel. Porque el dueño obedece al sumiso cuando le increpa así a su sostén. Aprendió a dosificar los grados y modos de la humillación, de la represión, del dolor. La diferencia entre el látigo, el azote, el murmullo, el grito, pues cada objeto causa efectos distintos, como la tímbrica de los instrumentos musicales. Valorar las resistencias y texturas de la piel humana y sus reacciones a cada golpe o a cada sonido. Y es que el placer y el dolor están tan juntos como lo están la vida y la muerte, como antes dije también. Sólo ha vuelto a la ascesis de la sumisión para reencontrarse. No porque sea radicalmente sádica. Pero aquí hay un mundo superficial y machista, en el fondo, y pronto supe que aquí yo no me encontraría tampoco bien. Por eso lo perfeccioné, intenté introducir la idea, la filosofía en él, los sueños, la ciencia y la innovación, la astrología. Por eso yo también no sólo me humillé sino que he humillado sin escrúpulos, y con un desprecio que a algunos les movía a desearme más, pero sabía que así no encontraría su compañero de viaje ideal. Lo lógico sería encontrar un varón sin machismo, y a veces sería como un amante fetichista que goza en la sumisión. Con una fantasía erótica ajena a toda represión.

"-Sí, así. A un lado, lo luminoso y la sumisión de los místicos, al otro, ajena a represión, porque es ímpetu oscuro de la libertad materna y su fuerza vital. Donde represión se entiende que es represión educativa sexual.

“Ya sabe que soy suya!” proclamó silencioso el deseo en mi corazón, pero mi humildad, intimidada ante su grandeza, me prevenía contra excesivas ilusiones…

-¡Me has vaciado de mí!¡Lléname de ti!

-Te preguntas quién soy, un ser humano que como tantos lo callan, no lo digo por ti y por eso eres tu quien me asombra a mí, por tu limpia transparencia, tu elemental integridad. Pero ahora ya no veo en ti orgullo sino humildad, lo sentí lo vi todo cuando hable aquella vez contigo y oí tu voz."

Este es un texto de Jose Luis Sampedro, en El amante lesbiano, donde habla del placer del sumiso y este otro habla de la amada trasnformada, y lo escribe Antonio Gala:

”Hundida, sí pero no transformada. Lo amaba con la locura lúcida, frenética y embriagadora que manda Dionisos, con el amor furioso… ¿Debí amarlo y convencerlo con discursos platónicos? El no me escuchaba, él nunca hablaba de amor. Y el amor que se prolonga hasta la muerte es ya la muerte misma. Debió serlo. Quiero como Rilke morir mi propia muerte. Es mi única salida, así mi muerte morirá conmigo. Y el dios, complaciente, y cruel y desdeñoso, hizo que el bosque ardiera y murieron los dos. Qué castigo tan duro es el amor.” Antonio Gala, en Los Papeles de agua.


"—¡No vuelvas a marcharte! ¡Y si te vas, llévame! Aunque sea para servirte siempre. Lo digo como lo siento. Llévame como un perrito, como un collar. O, mejor, márcame con tu tatuaje… No vuelvas a dejarme sola.

Me enlaza; me muevo sobre nubes, atenta a no defraudarle. Asombro, ilusión, entusiasmo, vértigo. Su brazo en mi cintura, su mano asiendo la mía, me guían. Su cuerpo me toca y se aleja, su calor me traspasa, su aliento en mi cuello, su mejilla incendia la mía, su muslo abre mis piernas, me
arrebata la embriaguez… Su muslo entre mis piernas ¿será verdad?…

—Llevarte es una delicia. Me sofoco de júbilo. ¡Que el momento se eternice!

Giro como él me manda; me alejo y le reencuentro, doy unos pasos a su lado y me
vuelve hacia él, me estrecha… ¡Seguir, seguir!, pero se acaba, los acordes sonoros
son finales. El lo detecta y me dobla hacia atrás; no caigo porque me sujeta, me
retiene con sus brazos… y entonces, ya sin música, se dobla sobre mí y me besa muy
suave en la boca. Tiene entonces que sostenerme en vilo; mis piernas se desmayan.
Quedo de rodillas ante su figura. Me toma la mano para alzarme hasta él.”

Jose Luis Sampedro en El amante Lesbiano.

~

De una misma sensación se puede extraer dolor y placer, es como una elaboración alquimista, y los místicos yo creo que son los grandes experimentadores. Aunque no todos podemos llegar ni lo pretendo tan hondo. Porque esto parecería el sadomasoquismo o el colmo del mecanismo perverso. Entonces, de lo que sí se trata es de saber despegarnos de las emociones, sobre todo de aquellas que nos hacen daño, porque son ellas las que nos dominan a nosotros, de eso se trata, y esto se logra con una cierta madurez personal. Transmutar, el proceso de la alquimia sentimental, el odio por amor, esto sí se puede hacer, y entender que en todo proceso de dolor también hay un aprendizaje, porque todo aprendizaje es doloroso, y tiene que ser así. Y que la relación amorosa muchas veces tenemos que sacar de ella lo bueno, como un aprendizaje, esto ya sé que es dífícil decirlo o pensarlo, pero se puede hacer. Por supuesto, hay emociones dolorosas que dependen de una causa , de un trauma doloroso, y que son especiales, y que llevan pasar un duelo, estas merecen ser objeto aparte, pero muchas otras veces, nos apegamos a las emociones dolorosas sin un motivo, realmente, y las vamos transmutando, nos van achicando, pero también podemos revertirlas.

Lo que pasa por otra parte es que nos empeñamos en repetir errores, en caer en esquemas. Y realmente esto es una respuesta en base a algo que nos preocupó del pasado, nos dolió cuando éramos pequeños. Y creamos una respuesta tipificada, repetida en la vida. Y por eso decimos, que no somos amados, por ejemplo. O que todo el mundo nos abandona, somos presa del abandono de los demás. Y estos sentimientos repetitivos te hacen perder tu tranquilidad, tu paz, porque no los controlas. Es algo mecánico, inconsciente que provoca una reacción fuerte. A veces por eso no sabemos estar solos, porque pensamos que nos abandonan, y preferimos sacrificarnos antes de estar solos, y no elegimos bien. O pensamos que a nadie le importamos, que no le importan nuestras necesidad, y es curioso porque hay muchas personas que piensan así. Y por eso nos volvemos tan exigentes. Y está también el esquema de la dominación, del que hablamos en el post, y es curioso porque nuevamente es lo mismo pensamos que nuestras necesidades no tienen prioridad. Es como una sensación de impotencia, de decir: ”Nunca me salgo con la mía”. Y o te resignas o te rebelas casi agresivamente. Para que no te sometan o te manipulen. A veces lo que intentamos es contentar al otro. Pero realmente ni te comprometes nunca, que es lo que pasa, ni te implicas, ni te enfrentas al sentimiento de resentimiento que hay en el fondo de todo esto, cuando nos sentimos presas de un esquema de dominación. Hay que reconocer que tenemos que ser asertivos con nuestros deseos. Los esquemas se producen por razones objetivas, y nos defienden probablemente de personas que nos atacaron. Pero no podemos pensar que tenemos que desconfíar de todo el mundo, o bien pensar por el contrario, que hay alguien que puede ser un ángel o un salvador. Que sería el antídoto contrario. Y en realidad, volvemos a lo mismo, las emociones nos disparan como un mecanismo de alarma, pero debemos entenderlas, no se trata de confundir el dolor con el placer, sino de saber conmutarlo, de saber el origen probable de cada uno de ellos.

Porque la gente no es ángel ni demonio, dominador o sumiso, al cien por cien. Tenemos que ir trazando nuestro propio esquema. Y lo que necesitamos muchas veces es hacer conscientemente ir contra los esquemas porque son respuestas automáticas. Yo creo que estas respuestas matan muchas veces la capacidad de amor de las personas. Y terminamos al final diciendo lo que digo al principio: ”No soy digno de amor” y es triste vivir así también. Porque se tiene una autoestima muy baja. Hay que enfrentarse pues con esos pensamientos. Ser más realista acerca de quienes somos. Y no ser tan duro con uno mismo. Siempre hay una parte luminosa en nosotros y tenemos que sacarla afuera, no vivir de espalda a ella. Y nosotros somos los únicos que podemos cambiar, los demás te pueden ayudar en algo, abrir una puerta o una ventana o dar alguna indicación. Te pueden dar este destello en el que dices: Ah, pues sí esto ya no tiene ningún sentido para mí. ¡Cuántas humillaciones se soporta por amor! Tantas que llegas a no sentirte nada, y para el colmo, es algo que se lleva sobre la espalda.

Lo cierto es que creo que estamos en unos momentos vitales en que el realismo ha superado a toda ficción, por optimista o por pesimista que ésta fuera, y tenemos que pensar que la vida, esta realidad que vivimos, es posible porque la vivimos a caballo entre el mundo real y el imaginario, así es como funcionamos los seres humanos, estamos a caballo entre lo real y lo imaginario. De forma que como Mary Poppins con una cucharada de azúcar hacía que la medicina pasara mejor, creo que tenemos que buscar elementos en el mundo imaginario para que la realidad pase mejor. Yo creo que a veces estamos claramente interponiendo razones de tipo evolutivo, que se forman a través de elementos muy antiguos, probablemente es una forma muy antigua de juzgarnos los seres humanos. Y hay una razón de la evolución de la especie en defender, por ejemplo, cuestiones de honor, el mismo instinto maternal en la defensa de los hijos; todas estas cuestiones evolutivas hace que si arremetamos contra los demás de una forma instintiva y animal; defendemos también la fidelidad de la pareja, pero a veces esto simplemente se hace así por una cuestión de que la hembra necesita retener al varón para el mantenimiento y el cuidado de la descendencia; mientras que en el hombre los motivos evolutivos cambian y la especie le lleva a procrear y a sentir la necesidad de estar con el máximo número de mujeres posibles. Y todas estás razones quedan en un poso de la memoria genética y las transmitimos por generaciones, y en algún momento de nuestra vida saltarán o nos veremos arremetidos por ellas, y responderemos de acuerdo también a nuestra educación, nuestro entorno vital. Pero muy seguramente daremos respuestas instintivas vitales, y a veces sin tener ningun motivo o ninguna lógica.

Lo cierto, es que entonces lo racional ¿qué función tiene aquí? ¿Viene a perturbar la especie? Hay quien opina que el misterio del amor tiene sus propias razones, mejor que no trastoquemos demasiado los elementos instintivos. Sin embargo, el mirar con objetividad, el saber distanciarnos de las emociones que nos perturban, no creo que tiene que ser un elemento perturbador de la relación amorosa, sino al contrario. Porque psicológicamente el ser humano necesita amar, y es bueno para él vivir en pareja, más bien se diría que lo racional debería hacernos más tolerantes o más capaces de tener una inteligencia flexible. Y la razón no tiene por qué alejarnos de nuestras necesidades afectivas, creo yo, sino reforzarlas en todo caso. Por otra parte, con las vivencias de cada uno, lo cierto es que el sacrificio puede ser algo que hace a las personas víctimas de sus propios esquemas, porque sacrifican su ser esencial, pues para protegerse del mundo. Es una respuesta protectora y eso es algo que los seres humanos tendemos a hacer muy fácilmente, sacrificar quiénes somos a nuestras necesidades de afecto, de lo que sea, con tal de sobrevivir. Y tenemos a veces que ser más comprensivos con todo ello para poder vivir en paz y tranquilamente. A veces el corazón tiene heridas lentas de difícil curación, pero cuando el dolor es como una llama, la llama no es de dolor sino de felicidad, ¿no os parece? para salir de imposibles dificultades, es como una luz que da consuelo, creo que debemos de buscar esa luz en el dolor también.

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