jueves, 27 de enero de 2011

el conflicto de Edipo

El psicoanálisis justifica la fusión imaginaria entre madre e hijo por el proceso de maduración del niño y la necesidad absoluta que tiene, dentro del útero hasta su nacimiento, con el otro, su madre. Es esta fusión, implícitamente presentada como un prolongar la fusión orgánica de la preñez, la que resultaría absolutamente imprescindible romper para que el niño se constituya en sujeto. La quiebra de la fusión por un tercero -que llamamos padre, ley, Nombre-del-Padre, etc- permitiría la entrada en lo simbólico y el acceso al lenguaje. El tercero evitaría que la fusión acabara en el caos de la psicosis y contribuiría a que todo adoptara un orden.

Sin embargo ¿qué hace el tercero sino marcar y reiterar a otro nivel una separación que ya existe durante la preñez gracias a la placenta y a la salida de la cavidad uterina? Me parece que la separación de la madre y el otro del hijo existe mucho antes de que adquiera sentido por el “lenguaje” (que es la instancia de separación que atribuye el psicoanalisis). Mientras que el único modo de constituirse el sujeto en el imaginario cultural, es decir, a través de la pérdida del paraíso, expulsión o exclusión traumatizante, conflicto de edipo, etc, no es que sean del todo falsos pero son los únicos modos que sobrevienen al concebir el advenimiento del lenguaje y ante la instancia de un tercero. Todo ello nos lleva a preguntar ¿por qué tan singular ceguera en todo cuanto se refiere a la relación de la madre con el hijo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario