miércoles, 26 de enero de 2011

la fuerza de la lógica y los ejemplos de irracionalidad

El sexismo es la forma más inconsciente de racismo y da lugar a multitud de contradicciones antes de desvelarse. Así los hombres son los creadores y se quieren administradores de la mayor parte de la cultura actual, sin embargo son las mujeres quienes les enseñan en la mayoría de los casos, ya que este tipo de trabajo se asimila a una labor materna, adjudicada a mujeres y de hecho mal pagada. Los ejemplos de irracionalidad en el reparto trabajo-salario son numerosos, cada vez más numerosos, y sin embargo continúan realizándose. Ello supone una forma enmascarada de violencia dentro de lo que pasa por ser un orden social.

La fuerza de la lógica en el terreno económico estricto interviene en las siguientes decisiones:
-La contratación para puestos masculinos y femeninos, la tasa de despidos para cada sexo y los motivos que se aducen, por no hablar de las distintas reacciones de los sindicatos; el porcentaje de parados, variable según los sexos. No hay nada desde el punto de vista de la rentabilidad o el beneficio que justifique para un empresario semejantes criterios de elección.
-La mano de obra femenina es, por lo general, más concienzuda y eficaz. Bebe menos, se droga menos, es globalmente menos susceptible de cometer infracciones que impliquen sanciones penales. ¿Por qué elige un empresario contra sus propios intereses?
-En cuanto a los puestos accesibles a las mujeres, el hecho de ser mujer frena la cualificación profesional. Las mujeres se encuentran masivamente en los sectores laborales poco o menos cualificados. Son raras las que alcanzan los puestos más altos y sin duda lo pagan muy caro. Bien porque de una u otra forma acepten casarse o incluso prostituirse para alcanzar un puesto elevado, bien porque renuncien a sus cualidades de mujer para que se las acepte en el cumplimiento de tal o cual función (en este caso, no habrán accedido a su puesto en tanto que mujeres).
-La infravoloración de los sectores profesionales ocupados en su mayoría por mujeres también es un hecho, cualquiera que sea su interés para la producción o reproducción social, sectores agrícolas, industriales, culturales.

Por otra parte la coartada de la fuerza física como argumento para valorar el salario masculino es fácilmente cuestionable a la luz de algunos hechos reales: la presencia de las mujeres en el sector agrícola, donde la fuerza física es una necesidad, o la evolución de las necesidades productivas hacia un trabajo que no exige mucha fuerza física, es un argumento que desvirtúa aquel otro. Por otro lado, si la mujer resulta que es una mano de obra excelente -como se afirma- aceptar que se ausente algunos meses para criar un hijo no representa un gran coste para la empresa teniendo en cuenta su rendimiento habitual, y su despido no sería más que un gesto económicamente irracional. Las leyes de organización del trabajo están todavía determinadas por los hombres y responden más a valores culturales inconscientes que a los imperativos de la producción. Es una organización favorable a la mano de obra masculina que dispone de una mujer en su casa, sierva y guardiana de los hijos.

Si se admite que toda persona tiene derecho al trabajo para satisfacer sus necesidades y su dignidad humana, ¿por qué una parte de la humanidad debe someterse a la voluntad de la otra en cuestiones relativas a la naturaleza de la producción? Así, fabricar armas, mantener o aumentar la contaminación, recargar el mercado de cosas fútiles, son raramente resultados de decisiones reales por parte de mujeres. Con mayor frecuencia, y en esto tengo que disentir puesto que no creo que ellas converjan hacia un mundo igual que el del hombre, tampoco se puede inferir que mejor -pero no estaría justificado en base a un argumento generalístico post-hoc tampoco, ya que no responde a una evidencia lógica lo que sería partir de una probabilidad o una hipótesis. Más bien por estadística y teoría sociológica yo me sentiría más proclive a reafirmar que las mujeres suelen situarse a favor del mantenimiento de la paz, de la salubridad de ambiente, de un nivel de bienes que se corresponda con las auténticas necesidades de la vida, de las opciones humanitarias. No digo que los hombres no tengan dicha conciencia y de hecho no la hayan manifestado y declarado multitud de veces con vuestra racionalidad y sensibilidad, pero las opciones de grupos financieros, de bloques militares, como la voluntad de la supremacía de una moneda o de un país sobre otro, estos son objetivos bastantes ajenos a las mujeres. Trabajar no es sólo ganar dinero. El trabajo tiene un valor humano, individual y colectivo, y loque quiere decir Carmen precisamente a mi entender es ello, que casi siempre la mujer ha entendido mejor esta disponibilidad a trabajar por menor dinero porque ella cumplía o sentía que estaba cumpliendo otra función con igual valor y de igual necesidad. Por tanto la valoración social del trabajo debería igualarse a través de otros valores, no sólo el dinero, sino el tipo de trabajo, el modo en que se ejerce, la forma en que el trabajador se relaciona con los bienes adquiridos, el uso que se hace de su persona y de su producto a través de los medios y canales publicitarios, y existen muchos más.

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